Paula Laorga Fuentes, ganadora del 1# Concurso Críticas Cinematográficas
Crítica de “Birdman, por Paula Laorga Fuentes
DE QUÉ HABLAMOS, CUANDO HABLAMOS DE AMOR.
Todo ser humano busca desesperadamente el amor con cada cosa que hace; “El trabajo es amor hecho visible” Khalil Gibran.
La admiración, la popularidad, el reconocimiento son anhelos que los artistas confunden con el amor dejándose llevar por el ego, al que el director ataca directamente en esta Sátira Psicológica. Se desarrolla durante una crisis de identidad que el protagonista Riggan Thompson (Michael Keaton) sufre, durante los días de presentación de la obra que escribe, dirige, protagoniza, y financia de manera muy ambiciosa y temeraria poniendo en juego todo lo que tiene.
Riggan Thompson sobrevolando Nueva YorkEste proyecto que emprende con el objetivo de restaurar su imagen y prestigio le encierra en un laberinto kafkiano entre quien fue, quien es y quien quiere ser, alentado por su papel en la obra; un personaje que no siente, que no existe, y que ha fracasado. Quien, en definitiva al igual que el propio Riggan y toda la gente al llegar a cierta edad, no es más que un hombre que un día fue más amado de lo que lo es hoy. Para esto Iñárritu se vale del super héroe de cincuenta años con gabardina y resaca que se enfrenta día a día con su fracaso, al igual que millones de personas en este mundo en crisis que luchan por salir adelante y aportar algo que les haga sentirse relevantes; un mundo lleno de personas que viven en 7.000 millones de mundos diferentes, porque al igual que los personajes de la película todos estamos sumidos en nuestros propios miedos, ambiciones y ego.
Y es que Riggan no está preparado para el papel que protagoniza en Broadway, no está a la altura de sus expectativas, y cada vez que lo interpreta se le hace más pesado porque está alimentando su imagen de nimia celebridad casi extinta, sumida en un quiero y no puedo, todo lo contrario de lo que busca. Irónicamente así, fracasando en su interpretación, asumiendo ese doloroso fracaso consigue darle al público lo que busca, vida, realidad en la escena, y en consecuencia se hace con lo que está en juego: una crítica trascendental.
La inesperada virtud de la ignorancia es la que todos tenemos sin darnos cuenta. Es esa capacidad para salir airoso o incluso con éxito de una situación de manera impulsiva, casi instintiva. Riggan consigue lo que quería justo en el momento en que dejó de intentar conseguirlo, se redime de una carrera de la que se avergüenza.
Birdman es esa pequeña, pero sonora voz de nuestra cabeza que nadie puede evitar escuchar y que te empuja a querer más, a hacer más, a ser más. Lo que Birdman, o la voz valora la atención tanto como un niño y empuja al protagonista a realimentar su ego, a replantearse una y otra vez lo que está haciendo y deshacerse en dudas e inseguridades. En ocasiones la voz hace que Riggan sea consciente de su potencial, y de que no lo está mostrando.
La historia en sí misma resulta paradójica porque Michael Keaton fue a uno de los que le “colgaron una capa” y además ya llevaba un tiempo olvidado, con lo cual se alimenta dicho laberinto kafkiano en la lucha por conseguir el reconocimiento, la redención, la supresión de la etiqueta de celebridad. Ofreciendo a la vez vida, realidad y simbolismo a la película.
Riggan además es padre y en eso también ha fracasado, su hija es drogadicta y al igual que él está desencantada con la vida, pero sin embargo hay fé en ella, lo que el director deja ver con el tatuaje de unos pájaros volando en su hombro izquierdo, y con su mirada hacia arriba en la escena final de la película. Aun desencantada, Sam (Emma Stone) se relaciona con su entorno al contario que Riggan quien se aísla porque está demasiado ocupado, discutiendo consigo mismo e intentando saber quién es, para preocuparse por el mundo exterior.
Cartel de la obra con la máscara de “El fantasma de la ópera” reflejado en el cristalPara la obra Riggan cuenta con un elenco de actores que representan en el escenario sus propias vidas, contribuyendo a la conceptualización de la obra, a la paradoja, y al bucle entre verdad y acción. Estas personas viven presionadas por máscaras que les encubren en su vida diaria, fruto del miedo y las inseguridades. Se satiriza la popularidad inocua fruto de la sociedad de masas, que enfrenta a un protagonista ahogado por su imagen de ex superestrella de Hollywood, que se empeña en negarse quien fue demostrando al público que puede actuar de verdad estrenando una obra en Broadway. El nuevo actor Schainer (Edward Norton) obsesionado con la búsqueda de la verdad es quien plantea este preciso dilema entre la acción y dicha verdad, manifestando que en el escenario no se finge, se vive, es en la vida diaria donde se finge.
Riggan a punto de quitarse por fin su máscaraEl mensaje que defiende la obra en sí empuja a ser quien crees que eres, a mostrarlo y a superar todo lo que te aleja de serlo. Esto va en contra de la absurda realidad en la cual sino es por el amor todo esfuerzo queda en vano. El director siempre ha manifestado dicha imprecisión, incertidumbre y a veces ironía. Esta vez el protagonista lejos de fracasar logra lanzar una nueva corriente teatral “el superrealismo”, y lo logra de manera profundamente ignorante en el momento en que se intenta quitar la vida. Está claro que la paradoja ha sido intencional y que funciona tremendamente bien dentro de la historia. Conformando así una preciosa, pero siempre dura e inevitable fábula sobre el humano, ahora a solas con su pasado. Peleando consigo mismo a lo largo de infinidad de planos secuencias que dan la impresión de perseguir al protagonista, durante una exhaustiva y entretenida carrera de obstáculos que finalmente resulta favorable, con la destrucción de esa máscara que tanto le atormenta y con la que ya no podía vivir más. La del hombre que hacía de Birdman, no Birdman en sí, porque Birdman es él y fue su mayor éxito.
Riggan deja de ser el hazme reír de un montón de gente que se cruza a diario con él por la calle cuando se dispara a la nariz y esto le cambia la cara. Mata dos pájaros de un tiro, su reputación y su ya pesada máscara, lo que le permite volar. El superhéroe fracasado con gabardina y resaca, ya no se esconde más, triunfa y al fin vuela libre a los ojos de su entusiasmada hija.